Reproducción del artículo publicado en La Hora, 5 de julio de 2019. La imagen utilizada es propiedad de La Hora.
Durante los dos últimos meses de campaña electoral, las redes sociales se han visto infectadas de discursos racistas y de odio. Este fenómeno, que no es una primicia de Guatemala, se ha convertido en una forma agresiva de atacar y desprestigiar a aquellos líderes, “influencers cívicos” o blogueros que, por su etnia, religión u orientación sexual tienen unos discursos diferentes y contra hegemónicos y se atreven a expresar en las redes sociales su criterio, su diferente forma de pensar y de apoyar la pluralidad de etnia, clase, religión o género.
En otros casos, es un discurso destinado a difundir comentarios racistas o de odio contra colectivos que, por su condición de etnia, raza, religión u orientación sexual o simplemente por el hecho de ser inmigrantes o no pertenecer al grupo dominante del país, se les considera indeseables, inferiores o desechables y, por eso mismo, son sujetos de agresión verbal o física.
En otras palabras, el surgimiento de un discurso ideológico racista o propio de la ideología de la supremacía blanca, que se ha impuesto en las grandes potencias, como Estados Unidos, Rusia o en la propia Europa, como una forma de depreciar, desprestigiar y excluir al otro, ya sea física, jurídica o económicamente, vuelve a emerger de una forma inusitada en casi todo el resto del mundo.
Estos discursos y las prácticas racistas se expresan en casi todas las plataformas de las redes sociales, especialmente en Facebook, Twitter o Instagram y YouTube y pueden tener dos modalidades: la discursiva de la agresión verbal, insulto y humillación a los acosados y la de la incitación al odio mediante palabras o acciones que llaman a acciones violentas o que incitan al pánico o a la agresión física contra algunos colectivos.
En la jerga cibernética reciben el nombre de cyber-hate, ciber-odio o cyber-racism, ciber-racismo, lo que significa la dispersión del odio y del racismo a través de las tecnologías modernas de la comunicación, en donde el anonimato y la inmediatez de la respuesta enardece aún más los discursos o las prácticas discriminatorias en contra de minorías que, muchas veces, no son tales y que representan, como en el caso de Guatemala, amplias mayorías de la población.
Guatemala no se ha visto libre de esta plaga en la medida en que, histórica y estructuralmente siempre ha padecido un racismo manifiesto y brutal, que las élites de poder y la ideología dominante han expresado de diferentes formas y manifestaciones a lo largo de la historia y que se ha exacerbado cuando se producen crisis de dominación o situaciones de miedo y desconfianza. Entonces es cuando el racismo y el discurso del odio emerge con virulencia hasta alcanzar su grado máximo de expresión, como es el genocidio, tal y como lo he expresado en múltiples ocasiones y artículos.
En los últimos meses, con motivo de una investigación que estamos realizando sobre discursos racistas y de odio en las redes, hemos estado analizando varias plataformas para comprobar quiénes eran los sujetos que recibían más insultos y agresiones, si eran hombres o mujeres mayas y/o mestizo- ladinos; así como quién era el objetivo prioritario de estos insultos; qué porcentaje de seguidores y de respuestas tenían estos comentarios; con qué grado de frecuencia se manifestaban esas prácticas racistas y qué hechos o acontecimientos los provocaban.
Resulta interesante destacar que los niveles de racismo y discriminación a lo largo de estos dos meses eran ya increíblemente altos, en comparación con otros países de la región. Los insultos y las provocaciones machistas y racistas contra los indígenas y las mujeres eran elevados, empleando casi siempre epítetos, estereotipos y prejuicios étnico-raciales muy hirientes y humillantes contra las mujeres mayas, como: “resentidas, abusivas, ignorantes, pendejas, manipuladoras, terroristas” o claramente insultos y expresiones de odio como, “india cerota, india de mierda, pinche india, pata rajada”.
Asimismo, pudimos observar que aquellas mujeres mayas que escribían en la prensa o eran activistas y defensoras de los derechos humanos, de género o etnia y que tenían cierta notoriedad eran los blancos preferidos, no solo de las agresiones verbales individuales sino de acoso y de discursos de odio proferidos por los netcenters o granjas de trollers, dirigidos especialmente en contra de ellas.
Mujeres mayas valientes, ilustradas y bien informadas, cuyo único pecado era expresar lo que pensaban sobre diferentes temáticas de la realidad nacional y formular su visión contra hegemónica del racismo, la corrupción y la discriminación; intelectuales de renombre nacional e internacional, como Irma Alicia Velásquez, María Aguilar, Sandra Xinico, Andrea y Lucía Ixchiú o , como en el caso de una de nuestras mejores cantantes, Sara Currichich; con ellas se ha cebado el acoso y las expresiones de odio de una forma visceral y descarnada, creando con ello un clima de violencia e intimidación.
Pero nada comparado con la llegada de Thelma Cabrera a la palestra política a disputar la candidatura para la Presidencia de la República: cómo una “pinche india ignorante y sin estudios podía osar a presentarse al cargo más alto de la nación”; “sin estudios ni conocimientos ni experiencia”, cómo era posible que “una india que hereda de los mayas lo retrógrado de su civilización osa a ocupar dicho cargo”; cómo es posible que “una pata rajada”, que “trata de dividir a las razas y los guatemaltecos”, “una mujer que no tiene capacidad intelectual” y que además, “es títere de otras personas”… “carece de letras y educación académica y que, además,… “roba la energía eléctrica del país” y que, para colmo, “vende verduras y es tomatera” ¡Qué osadía y qué desfachatez!
Durante los últimos meses de la campaña electoral, el ciber racismo y el ciber odio se dispararon de forma exponencial, como no lo había percibido desde el juicio por genocidio en contra del General Ríos Montt, en el 2013, y los fantasmas y miedos del indio insurrecto que baja de las montañas para cortarnos las cabelleras, vuelven a emerger de manera inusitada en todas las plataformas. El imaginario del indio y, en este caso, de “la india vengativa e insurrecta” llega a niveles insólitos a su persona y hacia todas las activistas e influencers que la apoyan, y que, casualmente, son en buena parte mujeres mayas con una formación académica y profesional incuestionable. Eso no importa, al fin y al cabo, con estudios o sin estudios”: “son pinches indias resentidas”.
Frente a este despliegue de racismo, odio y humillación, surgen los tópicos y mantras de los guatemaltecos “decentes y de buena conciencia”: “las razas no existen”, “tan racistas son los ladinos como los indios”, “dejemos de hablar de racismo”, “todos somos guatemaltecos”, “no fomentemos el odio y el resentimiento” y un largo etcétera, que no conduce a nada más que a encubrir un problema que debemos abordar entre todos los guatemaltecos/as y es el reconocimiento de nuestra diversidad étnico-cultural y el respeto a todos los Pueblos mayas, garífunas, xincas y mestizo-ladinos.
Sin embargo, he percibido un gran cambio en toda esta campaña de desprestigio y desinformación: frente a los discursos racistas y las expresiones de odio, hacia estas mujeres mayas y, en especial, hacia Thelma Cabrera, las respuestas y los comentarios favorables y de apoyo han sido considerables. Una buena parte de los blogs han salido en defensa de su persona y de su identidad como mujer maya y en defensa de los derechos de género, clase y etnia, así como ha sido muy contundente la respuesta contra este tipo de expresiones de racismo y odio cibernético
Esta nueva exacerbación del racismo en las redes nos obliga a volver a reflexionar acerca de la enorme carga emocional, ideológica y política que tiene el racismo y en la necesidad de contrarrestarlo en todas las redes, plataformas en línea y también en la prensa. La razón es que es una de nuestras mayores lacras y no podemos ni debemos dejar pasar ni un solo comentario de esta naturaleza; tenemos que responder en las redes con la misma fuerza e intensidad con la que los racistas que, por cierto nunca se consideran racistas, atacan, agreden e insultan a una buena parte de la población por el hecho de que es mujer maya, por no someterse al poder establecido ni a las reglas de la subalternidad y no comportarse como “ una buena india sumisa y obediente”.
Es nuestra obligación, como ciudadanos/as mayas ladinos y mestizos, mujeres u hombres, dar una respuesta contundente contra del racismo y el machismo; pero – considero – que ya la hemos dado, en parte, con nuestro voto trasversal a partidos no vinculados con la corrupción, logrando que Thelma Cabrera fuera una de las candidatas más votadas, a pesar de los ataques de ciber odio y de las campañas de desprestigio, y que lo fuera por encima de muchos candidatos que lo tenían todo: apellido, redes familiares y dinero para la campaña. No obstante, tendremos que seguir combatiendo el odio y la intolerancia en las redes sociales porque degradan, intimidan y promueven la violencia y el racismo.